Adoración Nocturna
Mexicana
 

Responsable: Rubén Robles Monge
Adoración Nocturna Mexicana
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La Intención Mensual:                ¡Feliz  A. D. 2017 ! 
Cuaresma: Inventario de valores
Temas doctrinales:          El Evangelio en lectura eucarística 
La razón de nuestra fe.
     

Nuestros Pastores:   Carta Pastoral de los Obispos de Guerrero (1967)

Varios:   Historia de la Adoración Nocturna (hasta 1935)   La Bandera
          
Los Estatutos:        Breve de San Pío X   Introducción 

                                                                   

                                                                                                                                                                                                                                                                                  
                                                                                                 
Página actualizada el:  25/2/2018















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Los Estatutos de la Adoración Nocturna mexicana

A todos los adoradores de buena voluntad,
principalmente a quienes Dios les concede
el don de la autoridad.

Hablar de los Estatutos para muchos es de poca importancia, a pesar de que ellos dan orden y organización a nuestra vida de adoradores.
De hecho poco se conocían los Estatutos entre los adoradores, hombres y mujeres. Inclusive entre  directivos de Consejos Superiores;  y  aún siguen bastante desconocidos, a pesar de que desde el Consejo Nacional, por indicaciones de nuestro Director Espiritual Nacional, el P. José Isaak Altamirano, se pide que se revisen y se reflexione sobre ellos. El plan fundamental es de que se estudien y se mediten, y buscar conformar nuestra vida de adoradores según se indica.

¿Qué son los Estatutos?

Fundamentalmente los Estatutos son un servicio que la autoridad en la Adoracion Nocturna Mexicana ofrece al Pueblo de Dios que peregrina por el camino de la Adoración Nocturna y que se  otorga en la caridad y en la verdad.
Estos dan idea de algo que se establece como norma, regla, ley, indicación, regulación, criterio, referencia; pero también como convenio, solidaridad, compañerismo, ayuda, comunión.
Algunos, pensando negativamente, piensan en términos de rigidez, opresión, esclavitud, dominio, exigencia, estrechez, falta de visión, cerrazón, encajonamiento, etc.
Para muchos, pensar en los estatutos, significa falta de libertad o de creatividad; algo imposible de llevar a cabo por simples seres humanos, porque sería una carga muy pesada.
Sin embargo, cumplir con los estatutos es aún más fácil que cumplir con la exigencia plena del Evangelio, manifestado por la doctrina de la Iglesia. La diferencia está en que no se hace mucho caso a la doctrina evangélica y los estatutos se están invocando cada vez que se quiere regular la vida de la Adoración Nocturna.
Y es más fácil, porque sólo es un resumen o un extracto de la doctrina de la Iglesia, apropiado y necesario para cumplir nuestra vida de adoradores. Desde luego, sin violentar o corromper esa doctrina. De aquí que nuestra actividad como adoradores, siempre estará vigilada por nuestros pastores en la Iglesia.

¿Para qué los Estatutos?

Los Estatutos se establecen para regular nuestra vida en conjunto; nos hermanan y nos hacen solidarios con los demás adoradores, tanto los más cercanos como los más distantes y también con nuestras autoridades tanto laicas (Presidentes Nacional, Diocesano, de Sección) como eclesiásticas (Director Espiritual, Nacional, Diocesano, de Sección), pero, en última instancia buscan establecer una correcta comunión entre nosotros y Dios.
Igualmente nos protegen de caer en la tentación de promover costumbres y actitudes que no estén en la correcta disciplina que nos indica la Iglesia, ya que sus normas han sido aprobadas por la autoridad eclesiástica.
Adentrarse en los Estatutos es buscar cómo y cuánta es nuestra propia grandeza de adoradores; darnos cuenta del llamado que por amor, Dios nos ha hecho y conocer todo lo que  Él espera de nosotros para promover, como discípulos y misioneros, fundamentalmente mediante la oración intercesora por nosotros y por los demás,  el conocimiento de Aquel que es Camino, Verdad y Vida, Jesucristo Nuestro Señor, el Resucitado de la Eucaristía.
Los Estatutos hacen de nosotros una gran familia, donde reina el amor, donde reina Dios. La expresión "hermanos" con que nos tratamos manifiestan esta comunión familiar, donde el padre es Dios mismo. Con ellos se busca establecer una condición de estabilidad, de paz y de orden y evitar algún confrontamiento por nuestras diferentes manera de pensar.

Fundamento de los Estatutos

El Código de Derecho Canónico es el conjunto de leyes formuladas para regular la vida humana y material  de la Iglesia. Fundamentado en el Evangelio es expresión viva de lo que Dios espera de nosotros en nuestra vida de cristianos.
Sin tratar de profundizar demasiado, para fundamentar nuestros Estatutos, de este Código podemos tomar tres cánones (o sea artículos), que nos ayudan a comprender mejor muestra reflexión.

El canon 94, Párr. 1, nos dice:

"Estatutos, en sentido propio, son las normas que se establecen a tenor del derecho en las corporaciones o en las fundaciones, por las que se determinan su fin, constitución, régimen y forma de actuar".

Aquí se nos indica que los estatutos son la normas establecidas según las leyes (derecho) correspondientes, que en este caso son las leyes de la Iglesia y con ellas se indica el fin que se persigue, cómo se organizan y las indicaciones de cómo actuar en bien de una corporación o sociedad o fundación, como es nuestra obra.

En el canon 304, Párr. 1, leemos:

"Todas la asociaciones de fieles, tanto públicas como privadas, cualquiera que sea su nombre o título, deben tener sus estatutos propios, en los que se determine el fin u objetivo social de la asociación, su sede, el gobierno y las condiciones que se requieren para formar parte de ellas, y se señale también su forma de actuar, teniendo en cuenta la necesidad o conveniencia del tiempo y del lugar".

Canon 314:

"Los estatutos de toda asociación pública, así como su revisión o cambio, necesitan la aprobación de la autoridad eclesiástica a quien compete su erección..."

Cumpliendo con esta ley de la Iglesia, la Adoración Nocturna Mexicana tiene sus propios estatutos dende se puede encontrar todo lo indicado por el Código de Derecho Canónico, manifestado en estos cánones.
De hecho, para considerar la existencia de de una asociación de fieles, por la autoridad eclesiástica,  se pide que presenten sus estatutos para tomarla en cuenta como asociación de Iglesia.
El tomar en cuenta el Código de Derecho Canónico para nuestro estudio, es con el fin de que entendamos  que los Estatutos no son exigencias del capricho de alguien que tiene autoridad, sino que son la respuesta de la Adoración Nocturna a las necesidades de la Iglesia, para mantener su fortaleza, dignidad y honra, lo que también vale para cada uno de nosotros como adoradores.

Composición de los Estatutos.


En ellos se regula la existencia de la Adoración Nocturna Mexicana a todos los niveles. Se va guiando y aconsejando, tanto a directivos como a los adoradores comunes, desde la fundación de una Sección hasta su declaración de "suspenso" si existiera necesidad de ello, pasando por la explicación de su objetivo y los fines que persigue y el gobierno que debe mantener.
No olvidemos que la Adoración Nocturna se concibe como una gran familia, hermanada en el Amor que tiene a Dios como Padre bueno, santo y justo y que si nos honramos de pertenecer a ella, nuestro compromiso es cumplir con esas normas y reglas de amor que son los Estatutos, sobre todo a quienes Nuestro Señor les ha dado el don de la autoridad como son los Presidentes de las tres clases ya mencionadas.
Por eso debemos conocerlos lo más que podamos entendiendo que su cumplimiento es manifestación de algo querido por Dios y que para ello el mismo Señor nos guía y nos cuida y se adelanta en nuestro camino hacia Él en nuestro actuar dentro de la Adoración Nocturna.
El cumplimiento de los Estatutos no es una carga pesada sino que es para nosotros motivo de un santo orgullo y que si se nos hace pesada es porque no hemos adquirido la habilidad, pericia y costumbre de vivir en ellos y con ellos. Cuando adquirimos la experiencia de manejar algo, como sería un automóvil, todo se nos hace fácil y contemplamos con alegría y gozo nuestra habilidad.
Por otra parte siempre invocamos el auxilio del Señor Jesús para cumplir nuestros deberes de  adoradores de forma correcta, cuando, al ponernos nuestro distintivo le decimos "Tu yugo es suave, Señor. y tu carga ligera..."  y enseguida le suplicamos "...danos tu gracia para llevarlo dignamente". Con esta petición, que nos honra y fortalece, suplicamos a nuestro Dios Sacramentado el ánimo y, por tanto la alegría,  para vivir con dignidad nuestra condición de adoradores celebrando nuestra Liturgia en nuestras vigilias y cumpliendo con lo indicado por nuestros Estatutos.


Con la alegría de la presencia santa del Resucitado en la Eucaristía,
su hermano en el Señor,
Rubén Robles Monge, Adorador Nocturno.


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A.D. 2017

De Dios es el tiempo y la historia y la eternidad: “Si vivimos, vivimos para Dios, si morimos, morimos para Dios; en la vida y en la muerte somos de Dios…” (Rom 14,7-9)
Nuestra fe exige volver nuestra vista a Dios y confiar en su luz por la cual ilumina nuestro camino hacia Él.
Un nuevo año en nuestra vida es una nueva oportunidad más para purificar nuestro pensamiento, nuestras intenciones, y revisar si el camino que estamos transitando es el que Dios ilumina.
No es una reflexión propia de adultos o viejos. Aunque es cierto que por nuestra experiencia humana dicha reflexión es más patente en nuestros años de adulto, por igual debiera  existir en el niño que ya empieza a razonar por sí mismo. Se me dirá que a los niños no se les debe abrumar con cosas de mayores, y es cierto: no con palabras de adultos, sino con palabras de niños, a su nivel. ¿Acaso no debemos escuchar al Señor, cuando nos advierte: “Dejen que los niños vengan a Mí…” (Luc 18,16)?
En este Año del Señor 2017 nuestro ser está llamado a volverse a Dios con intensidad; en el cual necesitaremos confrontar nuestra vida con la vida que, amorosamente, Dios nos ofrece en el Evangelio, del cual sobresalen los mandamientos y las obras de misericordia.
¿Qué vida es la que Dios nos ofrece?
“Pues tú has dado a tu Hijo autoridad sobre todo hombre para dar vida eterna a todos los que les diste, Y la vida eterna consiste en que te conozcan a ti , el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien tú enviaste” (Jn 17. 2-3)
Nuestro fin, la meta de nuestro esfuerzo, es esta vida otorgada por Dios; pero se nos dará a través de un conocer a quien Él ha enviado: a Jesucristo el Señor.
Este conocer no es algo solo intelectual, sino algo que nos hace saber quién es, a quién conocemos, qué quiere de nosotros, qué nos invita a hacer para nuestro propio bien.  
  Es un encuentro con Aquel que “tiene autoridad para dar vida eterna a todos los que le diste...”, porque es Dios mismo.
Por eso en este año que, como todos, tiene que ser glorioso, debemos buscar a Aquel que puede dar vida eterna. No olvidemos que a quien buscamos vive con nosotros: es nuestro vecino, nuestro prójimo, es el Señor de la Eucaristía, el Resucitado,  nuestro Dios y Señor.
Los primeros pasos en esta búsqueda se dan en el hogar, en la familia, “Iglesia Doméstica”, donde unos padres enseñan a los futuros padres a buscar a Dios, a dirigirse a Él, a su encuentro: “Dejen que los niños vengan a Mí”.
Nuestros hijos e hijas, todos los niños y niñas, son un don de Dios para nuestro gozo y alegría sí, pero también nuestra responsabilidad y como tales deben ser dirigidos a Él.
El año que empieza es una invitación de parte de nuestro Dios y Señor el Espíritu Santo para afirmar nuestros pasos hacia Dios, o redirigirlos hacia Él si nos hemos desviado, particularmente dentro de la familia, inicio del caminar hacia el Señor.
El Papa Benedicto XVI, en la fiesta de la Sagrada Familia 2012, nos habla con claridad para concientizarnos:

“Allí donde la libertad de hacer se convierte en libertad de hacerse por uno mismo, se llega necesariamente a negar al Creador mismo y, con ello, también el hombre como creatura de Dios, como imagen de Dios, queda finalmente degradado en la esencia de su ser. En la lucha por la familia está en juego el hombre mismo. Y se hace evidente que, cuando se niega a Dios, se disuelve también la dignidad del hombre. Quien defiende a Dios, defiende al hombre”

En este Año del Señor (A.D.) 2017, confirmemos y afirmemos nuestros pasos al encuentro de quien es la Vida y la otorga amorosamente: Jesucristo Nuestro Señor y Dios.
Que Él sea todo en todos.


Su hermano en el Señor Resucitado: Rubén Robles Monge.


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Breve del Soberano Pontífice  SAN PIO X
 
Para perpetua memoria.
Nada es más grato a nuestro corazón, como el que se vigorice el espíritu de los fieles por el ejercicio de actos de amor y obsequio a la Divina Eucaristía, de donde brota la caridad de Cristo como de su misma fuente y procede con abundancia el alimento que da vida al espíritu.
Así pues, con gran alegría hemos recibido la noticia de que la Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento, establecida en la ciudad de México, en la Iglesia Nacional de San Felipe de Jesús, llamada vulgarmente "Templo Expiatorio" ha producido tan abundantes frutos, por el celo de mis hijos, los Operarios Diocesanos, que este piadoso ejercicio ya se practica en muchas poblaciones de la nación mexicana, habiéndose erigido en todas ellas otras cofradías con el mismo nombre y fin.
Ahora bien, estando la antes dicha  Cofradía de la Ciudad de México debidamente agregada a la Archicofradía Romana desde el día 5 de mayo de 1904, y siendo muy difícil, consideradas las particulares circunstancias de aquella República, recurrir a Roma para que las demás Cofradías que se erijan posteriormente gocen de semejante agregación, absolutamente necesaria para ganar las indulgencias, nuestro amado hijo, el Rector de la misma Iglesia Nacional, muy encarecidamente suplicó a Nos que la Cofradía de la misma Iglesia fuese elevada a Archicofradía, con facultad de poder agregarse a ella otras Cofradías.
Nos, aceptadas las letras de recomendación del Venerable Hermano, Arzobispo de México, corroboradas con la anuencia de Nuestro Delegado de esta Santa Sede Apostólica en aquella República, movidos por el gran deseo de fomentar la piedad, en cuanto nos sea posible, hacia la Divina Eucaristía, con gusto atendimos las preces del laudable Rector.
Así es que, por las presentes letras, con Nuestra Autoridad Apostólica, erigimos, elevamos y constituimos en Archicofradía a la Cofradía de la Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento establecida canónicamente en la Iglesia Nacional de San Felipe de Jesús de México, y la adornamos de los privilegios y gracias de que goza esta Archicofradía Romana. Además, con Nuestra misma Autoridad, por las presentes concedemos a los Directores y Subdirectores y sus sucesores, de esta Archicofradía erigida por Nos, que tengan facultad para agregar a la suya otras cofradías del mismo nombre y estatutos que existan en la actualidad, y se erijan en adelante, dentro de los límites de la Nación Mexicana; guardadas las formas de la Constitución del Papa Clemente VII, nuestro predecesor de feliz memoria y otras ordenaciones apostólicas publicadas después, y a la vez puedan concederles todas y cada una de las indulgencias y absolución de pecados y dispensas de penitencias concedidas por la Santa Sede Apostólica a la misma Archicofradía, con tal de que sean de las que puedan concederse.
Asimismo, queremos y mandamos en estas Nuestras Letras, se tengan como aprobadas y establecidas y así en lo sucesivo; y declaramos nula y de ningún valor cualquier autoridad, no obstante las constituciones y ordenaciones apostólicas, aún las dignas de especial mención y estimación y otras cualesquiera que establezcan lo contrario.

Dado en Roma junto a San Pedro, bajo el anillo del Pescador, el día 29 de junio de 1913, décimo de Nuestro Pontificado.

R. Card. Merry del Val.
Srio. de Estado


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Pange Lingua






La  razón de nuestra fe


El Espíritu Santo proporciona un enorme dinamismo para la existencia de la Iglesia y su actividad en el mundo. En particular, para nosotros los adoradores nocturnos reviste una importancia que difícilmente podemos valorar en toda su amplitud.

Y es que el Señor Jesús, el Primer Consolador, con su actuación visible entre los Apóstoles y los discípulos de su tiempo, otorgaba el ánimo y el entusiasmo que los seres humanos necesitamos para actuar y para seguir a alguien al escuchar su palabra. Pero nosotros, en nuestro tiempo, ya no contamos con Él como ser humano.

Entonces ¿Qué nos queda? ¿Con quién contamos?

Contamos con el Espíritu Santo, “Señor y dador de Vida”, el “Consolador”, el “Abogado”, el “Defensor” el Segundo Consolador enviado por el mismo Señor Jesús: “Yo rogaré al Padre que les mande otro Consolador, el Espíritu de la Verdad para que esté siempre con ustedes.” (Jn 14, 16). Y anunciando su pasión y muerte, Él les dice a sus discípulos, lo que igualmente vale para nosotros:  “No los voy a dejar huérfanos; volveré para estar con ustedes. Dentro de poco, los que son del mundo ya no me verán; pero ustedes me verán, y vivirán porque yo vivo”, (Jn 14,18-19).

Nuestro tiempo es el tiempo del Espíritu Santo. Su actividad es conducir  a la Iglesia por el Camino, la Verdad y la Vida. Nuestra esperanza es, en primera instancia, una esperanza fundada en nuestro amor al Espíritu Santo; nuestra fe es, igualmente, fundada en esa esperanza: nadie puede decir que Jesús es Señor, si no somos impulsados por el Espíritu Santo.

Es verdad que el acontecimiento pascual, la muerte y resurrección del Señor Jesucristo, trajo, para toda la Creación, de la cual formamos parte los humanos, la redención prometida al principio. Nadie puede llegar al Padre si no es por el único mediador Jesucristo Nuestro Señor.

Pero es el Espíritu  Santo quien nos hace conocer al Señor Jesús en toda su divinidad. Es esta generosa  Persona quien nos conduce a esta verdad grandiosa, porque el mismo Señor lo prometió: “ Cuando venga el Espíritu de la Verdad, Él los guiará a toda verdad... Él mostrará mi gloria, porque recibirá de lo que es mío y se lo dará a conocer a ustedes.” (Jn 16,13a; 15-16).
Nuestro Dios y Señor Espíritu Santo mantiene y aviva nuestra fe, Él es la razón de nuestra fe. Esta fe es mantenida tanto interiormente como exteriormente: interiormente, porque ha puesto su habitación en lo más profundo de nosotros por el bautismo y la confirmación; exteriormente porque nadie puede aprisionar la excelsitud de Dios.

¿Para qué es mantenida esta fe? Para transformar al mundo, para hacerlo santo y habitación de Dios Trino, venciendo al mal que hay en él; es decir: evangelizar. En la lucha no estamos solos, el Señor Jesús lo prometió: “En el mundo, ustedes habrán de sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo.” ( Jn 16, 33b). Aquí está también la labor del Santo Espíritu: nos mantiene en la valentía para vencer en esta lucha contra el mal.

Así que todos los cristianos le debemos mucho amor a Nuestro Señor el Espíritu Santo.
Para nosotros los adoradores nocturnos, mujeres y hombres con una vocación especial, la deuda es mayor. El Espíritu Santo estuvo presente de forma singular en nuestra consagración como adoradores: Cuando nos consagraron  y no revistieron con nuestro distintivo cantamos: “Ven Espíritu creador, visita nuestras almas...” y Él nos condujo a la verdad plena: “ Dentro de poco, los que son del mundo ya no me verán; pero ustedes me verán, y vivirán porque yo vivo” Así habló el Señor Jesús ¡Cuánta verdad!

¿Acaso no lo vemos en la Eucaristía? ¿Acaso no vivimos porque Él nos hace partícipes de su propia vida cuando nos acercamos al Divino Manjar? ¡Qué maravilla! Porque lo vemos y vivimos por Él, es que cada noche en que nos toca nuestra vigilia, nos presentamos  en visita privada para cantarle y alabarle a Él, al Señor Jesús, y junto con Él, darle gloria al Padre.

Es el impulso de nuestro Señor Espíritu Santo que llena nuestros corazones y enciende en nosotros el fuego de su amor para realizar la labor divina que nos ha sido encomendada por amor.

Es el Otro Consolador que nos hace reconocer al Primero. A Él la gloria sin fin.




Secuencia


Ven Espíritu Santo y desde el cielo envía un rayo de tu luz.

Ven padre de los pobres, ven dador de las gracias, ven luz de los corazones.

Consolador óptimo, dulce huésped del alma, dulce refrigerio.

Descanso en el trabajo, en el ardor tranquilidad, consuelo en el llanto.

Oh luz santísima: llena lo más íntimo de los corazones de tus fieles.

Sin tu ayuda nada hay en el hombre, nada que sea inocente.

Lava lo que está manchado, riega lo que es árido, cura lo que está enfermo.

Doblega lo que es rígido, calienta lo que es frío, dirige lo que está extraviado.

Concede a tus fieles que en Ti confían, tus siete sagrados dones.

Dales el mérito de la virtud, dales el puerto de la salvación, dales el eterno gozo.

Amén, Aleluya.




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El Espíritu Santo
El Espíritu Santo.

En los últimos tiempos la Iglesia sufre fuertemente en varias partes del mundo, es perseguida, reducida a simple organización humana con todos los defectos. No se toma en cuenta a sus indicaciones, principalmente lo que nos indican el Papa y los obispos en comunión con él.

Algo hay en el ambiente humano que sobra: la soberbia, el egoísmo, el individualismo. Pero hay algo mucho más importante que falta: el sentir de Dios, la relación con Él, de quien es el reino, el poder y la gloria.

Si nos atenemos a nuestro simple sentir, a nuestras percepciones únicamente materiales, es decir a resaltar nuestro orgullo, difícilmente encontraremos aquello por lo cual somos verdaderamente humanos y, por ello, a ser lo que verdaderamente somos: seres con horizonte de eternidad, seres eternos.

A muchos no les importa. Han sido dirigidos, educados, a valerse por sí mismos; su valía la fundamentan en lo que tienen y no en lo que son. Y para más tener, deben desarrollar sus sentidos, ser más listos, lo que significa que deben ver por su autoexistencia aún a costa de destruir a los demás y mejor aún si no pueden defenderse como los que no han nacido y los que en su lecho esperan el encuentro con Dios.

El sentir de Dios corrige nuestros defectos, nos damos cuenta del camino a seguir y, aunque nos cueste sufrimientos y pesar, lo transitamos para llegar a ser lo que verdaderamente somos.

Y la mayor dificultad  es descubrir este sentir de Dios. No se trata de que intelectualmente, es decir por nuestros conocimientos materiales, sepamos quién es Dios, o lo que nos dicen de Él. Se trata de un descubrimiento transformante, que da luz en lo más oscuro de nosotros, que da inteligencia a lo más ignorante que tenemos, es decir nos da sabiduría, nos da la gracia.

Eso solo puede provenir de quien es la fuente de todo ello: Dios mismo. Nada ni nadie hay en el universo que pueda transformarnos de tal forma, por eso debemos recurrir a Él.

Por la revelación misma de Dios sabemos que, en esencia, es trinitario. Su ser divino, uno y único, lo forman tres divinas personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Cada Persona Santísima desarrolla un ministerio para nuestro favor: Creador, Redentor, Santificador (y Guía).

Dirijamos nuestra atención al Santificador y Guía, El Espíritu Santísimo, “Señor y dador de Vida...”

San Pablo nos enseña algo muy importante: “... nadie puede decir: Jesús es el Señor si no es por influjo del Espíritu santo” (1Cor 12,3).

Nuestro Señor Jesucristo, Redentor, que nos recupera con su muerte el amor del Padre es nuestra meta, nuestro fin, nuestra única esperanza; es a quien debemos buscar. Pero en las tinieblas de nuestro orgullo, de nuestra soberbia y de nuestra ignorancia no podemos encontrarnos con Él y sin Él no podemos ser lo que somos.

Solo el Espíritu Santo, Dios y Señor “...que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria” es quien  puede influir en nosotros para este descubrimiento maravilloso del amor del Padre que se nos ha dado en el Hijo.

Si no buscamos al Espíritu Santo, individualmente o como humanidad entera... como Iglesia, podemos repetir sin cesar que Jesús es nuestro salvador y que es el amor del Padre para nosotros, pero sin la pasión y el convencimiento transformantes que nos da el Espíritu Santo.
El mismo Señor Jesús lo prometió: “Yo rogaré al Padre que les mande otro Consolador, el Espíritu de la Verdad para que esté siempre con ustedes.” (Jn 14, 16).

Si el Espíritu Santo es importante para la Iglesia es por esta promesa del Señor Jesús. Sin su presencia permanente entre nosotros, seríamos la mentira en el mundo predicándola y viviéndola.

Debemos descubrir esta presencia constante de Nuestro Dios y Señor Espíritu Santo en el mundo, particularmente en la Iglesia, para guiarnos a la verdad última que es Jesucristo Nuestro Señor, Camino, Verdad y Vida, el amor del Padre entregado a nosotros.

“Cuando venga el Espíritu de la Verdad, Él los guiará a toda verdad... Él mostrará mi gloria, porque recibirá de lo que es mío y se lo dará a conocer a ustedes.” (Jn 16,13a; 15-16).

Si queremos transformar el mundo, nuestro sostén deberá ser el Espíritu Santo. El, con la comunicación de sus dones, también nos dará la fortaleza, el valor, y la emoción y entusiasmo de los primeros cristianos cuando, a partir de Pentecostés hicieron arrancar a la Iglesia para su misión en el mundo: proclamar a Jesucristo Señor como el Salvador de la humanidad y en quien se han cumplido todas las promesas y a quien debemos buscar para santificarnos, es decir encontrar a Dios.

Sin el Espíritu Santo, nada hacemos dentro de la Verdad para poder comunicarla a los otros.

No podemos seguir olvidándonos de Él, debemos descubrirlo en nuestra vida personal y en la vida de la Iglesia.

A Él la gloria sin fin.

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Papa Francisco
Larga Vida y gran sabiduría de Dios al Papa                                       Francisco

Señor y Dios Espíritu Santo, padre de los pobres y dador de dones, guarda en tu amor al Papa Francisco , dale la santidad que viene de Ti e inspírale gran sabiduría para que sepa guiar a Tu Iglesia en la santidad que toda ella necesita para llegar a Ti.

Tú, que con el Padre y el Hijo eres un solo Dios, que vive y reina, por los siglos de los siglos. Amén

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  ...“El que no le reza al Señor le reza al diablo. Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio."...

Homilía de la primera celebración de la Santa Misa del Papa con los cardenales. 14 de marzo de 2013.



El Evangelio en lectura eucarística
25 de febrero de 2018
2do. Domingo de Cuaresma

Del santo Evangelio, Según san Marcos

En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte y se transfiguró en su presencia. Sus  vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, ¡que a gusto estamos aquí! Hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.  En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.
Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo amado; escúchenlo”. En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús que estaba solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos, Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí que querría decir eso de “resucitar de entre los muertos”.

Comentario:

Nuestra fe en el Señor Jesús debe ser de una entrega profunda y total; no hay nada más entrañable que seguir y escuchar a quien sabemos que nos ama y en respuesta le amamos  con fuerza. Es la fe que Dios ve y entonces nos llamará para acompañarlo como a Pedro, Santiago y Juan y subiremos con El a “un monte” que sería el del altar para celebrar su triunfo sobre la muerte o al Sagrario para celebrar su resurrección y entonces le veremos “con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra”… la blancura esplendorosa de la Eucaristía.
Pedro “no sabía lo que decía, porque estaban asustados” y por eso hablaba de las “tres tiendas”, pero ahora, en nuestro tiempo, iluminados y enseñados por el Espíritu Santo, Señor y Dios, al estar frente a El podemos sentir el mismo gozo: “Maestro, ¡Que a gusto estamos aquí! Hagamos dos tiendas una para ti y otra para mí… para nosotros tus discípulos actuales”.
Pedro, Santiago y Juan, amaban profundamente al Señor Jesús, su Maestro, al cual seguían como discípulos fieles. Nuestro amor por  Él debe ser aún mayor porque ya tenemos el conocimiento que nos trajo el Segundo Consolador. Entonces El Señor Jesús también nos llamará y subiremos con El, al altar o al Sagrario y, desde lo “alto” o más bien desde lo más profundo de nosotros, escucharemos esa potente voz: “Este es mi hijo amado; escúchenlo”.
En la actualidad nosotros los cristianos, particularmente los que creemos en su presencia eucarística, somos los actuales discípulos del Señor Jesús,  y nuestro gozo por estar con Él es el mismo porque estamos con el mismo  Maestro junto al cual estaban aquellos primeros discípulos, si bien ya no le vemos con ojos humanos como aquellos le vieron en Jesús de Nazaret. Ahora le vemos en la Eucaristía con ojos de fe y le escuchamos igual, con oídos de fe:  “¡Escúchenlo!”.
Ahora sí podemos contar lo sucedido, ha resucitado y vive en la Eucaristía.

¡Ven Señor Jesús, Dios nuestro!



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                                  La Bandera de la Adoración Nocturna Mexicana.

La Bandera en el Ritual.

Nuestra Bandera contiene un rico simbolismo. A grandes rasgos simboliza la presencia del Señor Jesús entre su Pueblo que peregrina en la Adoración Nocturna, por su presencia eucarística, ya que nuestro Dios yl Señor en la Eucaristía tiene dominio sobre todo el universo.

Por esa presencia de Dios entre nosotros que ella simboliza, merece todo nuestro respeto; pero sin llegar a extremos de considerarla como algo divino ya que es solamente un símbolo de lo que, finalmente, debemos ser nosotros. Nuestra bandera nos llama a manifestar esa santidad que hemos adquirido en nuestro bautismo; nos llama a ser cada uno de nosotros presencia eucarística, es decir a ser testigos de esa presencia santa de nuestro Dios y Señor Jesucristo en el pan y el vino consagrados: la Eucaristía.

Así que la bandera, siendo un lienzo hermosamente bordado y respetable, no puede ser santa porque es solamente una cosa; santos deben ser sus portadores porque ellos son Templo de Dios desde su bautismo. Por esta gran responsabilidad los abanderados tienen que ser debidamente preparados, ya que existe la posibilidad de que puedan ser escogidos para presidir alguna vigilia solemne.

A continuación se enumeran algunas indicaciones para el uso de la bandera, anotadas en nuestro Ritual. Posteriormente ampliaremos con otras.

Pág. 31Inciso  15a.-
Expuesto el Santísimo Sacramento, a nadie más se le debe reverencia...la bandera no lleva hachas; no se besa el distintivo, etc.

Pág. 33, 22a.-
El Presidente de la Sección tiene el derecho de llevar la bandera en los actos generales o solemnes a que concurra la Sección, pero puede delegar este honor a otro adorador. En los actos de un solo turno corresponde al Jefe llevar la bandera; en los de más de un turno, al Jefe del más antíguo, siempre con facultad de delegar.

Pág. 33, 23a.-
USO DE LA BANDERA.-  Leer de pág. 33 a la 36 del Ritual.

Pág. 37, 25a.- 
En la sala de guardia... se requieren...dos hachas de cera para la guardia de la bandera...

Pág. 50
Terminada la Junta de Turno... el jefe de noche designa a los portahachas...

Pág. 52
Salida y Presentación de la Guardia.

2.   El Jefe de noche toma la bandera y llevando delante al Secretario (de turno) con la bandeja de las intenciones y a derecha e izquierda dos adoradores con hachas encendidas, pasan solemnemente por enmedio de las filas a colocarse a la cabeza.
3.   En cuanto entra en filas se canta la siguiente estrofa (Vexilla Regis: Los Estandartes del Rey) en su tono propio y los adoradores, cuando pasa la bandera que preside, por delante de cada uno, inclinan profundamente la cabeza.
4.   Llegada la bandera a la cabeza de las filas y terminado el canto de la anterior estrofa, el que preside entona el  sacris solemniis.
(Pág. 34, regla B-a. A la salida de la Guardia, al pasar entre filas, mientras se canta el "Vexilla", enhiesta. En marcha, durante, durante el "Sacris Solemniis", hasta llegar al presbiterio, al hombro derecho).

Pág. 54, 5.
Llegados al altar, el abanderado se coloca de pie en el presbitrio del lado izquierdo, teniendo la bandera en la mano derecha y la izquierda hacia el altar. Los que llevan las hachas se retiran.

A la Exposición de Nuestro Señor, el Santísimo Sacramento.

  Tan luego que Nuestro Señor y Dios se expone al colocarlo en la Custodia, el abanderado, estando de pie, debe presentar la bandera. Esto es extendiendo el brazo con que se sujeta la bandera e inclinándola levemente. Si no se inciensa al Señor por alguna razón, esto es lo único que se hace, no se arrodilla ni se rinde la bandera.
   A la incensación el abanderado rinde la bandera.

            Para rendir la bandera:
1)El abanderado hinca la rodilla derecha en tierra sin inclinar el cuerpo.
2)Inclina la bandera desplegada en forma horizontal sin que llegue al suelo.
3)Acabado el acto, pone vertical la bandera.
4)Se pone el abanderado de pie.
El abanderado coloca la bandera en su peana y puede retirarse.

Observaciones.-
a)La bandera que preside siempre irá del lado izquierdo del altar y solamente   ella. Esto es porque cuando hay muchas banderas la que preside es la única que representa a Nuestro Señor Jesucristo y se indica con los portahachas que van a su lado. Las demás banderas son solo banderas de guardia y, en todo caso, representan a su sección. En vigilias ordinarias de un solo turno, como solo hay una bandera presente, esta es la que preside y ella es la que representa al Señor. Las banderas que acompañan a la que preside, son banderas de honor. Estas, al llegar al altar, van del lado derecho.
b)En el punto 2) anterior se dice que la bandera debe ser "desplegada en forma horizontal sin que llegue al suelo". Normalmente esto es imposible ya que el abanderado está hincado y el lienzo es largo y por ello siempre llegará al suelo. Se recomienda inclinar la bandera a los sumo a 45° para la rendición. No olvidar que para que el asta de la bandera no resbale, su extremo que va en el piso debe detenerse con la rodilla derecha que el abanderado  tiene en el piso.

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              Cuaresma: inventario de valores.


         Nuevamente el Dios de amor, Padre nuestro, nos llama  a platicar, de padre a hijo acerca del modo en que hemos llevado nuestra vida, durante el tramo del pasado año a este otro. Una plática  en actitud de verdadero amor.

         ¿Cuál ha sido nuestra respuesta al mundo de nuestra esperanza y de nuestra fe?

         ¿Hemos confirmado nuestro amor a Dios, amor que debimos haber manifestado en la atención a nuestros hermanos, sobre todo a los más necesitados?

         ¿Hemos buscado la verdad en torno a nuestra fe escuchando la voz del Espíritu Santo que se hace oir por boca de nuestros pastores?

         O hemos escuchado la vana palabrería de la publicidad comercial: los ataques a la Iglesia y a nuestros pastores; la justificación de los vicios y pasiones; la defensa de las ideologías de muerte para los recién concebidos o para los que se preparan para su propia pascua para ir a habitar en una de esa habitaciones que el propio Señor ha preparado para nosotros, o de aquellos que pregonan una sexualidad desordenada.

         Nuestros valores cristianos ¿Han disminuído al grado de que lo poco que nos quedaba ha desaparecido? ¿O han aumentado, aunque sea un poco, para incrementar nuestro tesoro para la vida eterna?

         Cuaresma es el tiempo de hacer un inventario de esos valores cristianos nuestros. Si han disminuído, busquemos al dueño de la cosecha para suplicar su ayuda amorosa.

         Hoy más que nunca, nuestra fe en el Resucitado, el Viviente de la Eucaristía, tiene que fortalecernos para resistir todos los ataques, a veces brutales, que los sin Dios lanzan contra sus fieles.

         La vida en un mundo donde la verdad se opaca entre tantas falsedades necesita de soporte, de fundamentos sólidos para nuestra fe.

         Y es hoy, como ayer y siempre, el amor de Dios por nosotros, manifestado plenamente en el Hijo --nuestro Dios y Señor de la Eucaristía-- quien sale a nuestro encuentro para revitalizarnos y para darnos luz y mostrarnos el camino.

         "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida", nos dice el Señor Jesús. Si queremos, como cristianos, ser dignos y coherentes, tenemos que seguirlo a Él de manera responsable, escucharlo y preguntarle y, en consecuencia, actuar según nos pide.

         Tenemos que buscarlo, para contarle nuestras penas, hablarle de nuestras carencias, de lo que nos aflije y entristece y de lo que aflije y entristece a aquellos a quienes amamos .

         Pero,  inclusive, contarle nuestras traiciones, nuestras tentaciones y nuestras caídas, nuestra falta fe  y suplicarle que nos haga confiar  en Él, como San Pedro al hechar nuevamente las redes al mar, a pesar de no haber pescado nada anteriormente.

         Su amor  y gracia se nos otorgará, con plenitud trinitaria, cuando, reconociendo nuestras faltas y pecado, humildemente nos arrodillemos ante su ministro y supliquemos su perdón. Y entonces escucharemos con gozo las palabras de vida: "Yo te perdono, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo...", en el Sacramento de la Reconciliación.

         Y si el temor nos mantiene inmóviles, Dios nos ha dado un recurso adicional: la bendita Virgen María, que extendiendo su brazo nos toma de la mano y, con amor de Madre, nos conduce hacia aquel que es Camino, Verdad y Vida.
Rubén Robles Monge.



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